des d'una perspectiva històrica i transversal estudiem, analitzem i relacionem els fenòmens de l’ art, el disseny,
l'arquitectura, l’artesania i la imatge amb els esdeveniments contemporanis de la cultura,
el context econòmic, social i polític dels últims 40 anys; això vol dir que "cavalquem sobre lo tigre..."

dimecres, 23 de novembre del 2011

Finanzas y ritos zombies (rev)

Políticas de la instalación
Boris Groys
Traducción: Iván Ordóñez
Esta traducción se hace con autorización previa de e-flux
Texto tomado de e-flux journal  No. 2, enero de 2009
http://e-flux.com/journal/view/31
[...]
No es en absoluto casualidad que Walter Benjamin construyera su Proyecto de las Arcadas en torno a esta analogía entre un carruaje y un visitante de la exposición. El cuerpo del espectador en este contexto queda fuera del arte: el arte se ubica delante de los ojos del espectador como un objeto, un performance o una película. En consecuencia, el espacio expositivo se entiende aquí como un espacio público, vacío, neutro -una propiedad simbólica del público. La única función de este espacio es hacer que los objetos artísticos que están ubicados  en él fácilmente accesibles a la mirada de los visitantes.
El curador administra este espacio expositivo en el nombre del público -como representante del público. En consecuencia, el papel del curador es salvaguardar su carácter público, al mismo tiempo que lleva obras de arte específicas a este espacio público, haciéndolas accesibles al público, dándolas a conocer. Es obvio que una obra de arte individual no puede afirmar su presencia por sí misma; obliga al espectador a observarla. Carece de la vitalidad, energía y salud para hacerlo. En su origen, al parecer, la obra de arte parece enferma e indefensa; para verla, los espectadores deben acercarse a ella de la misma manera en la que el personal del hospital lleva a los visitantes a ver a un paciente postrado en cama. No es casual que la palabra “curador” esté etimológicamente relacionado con  ”curar”: la curaduría es curar [cure]. La curaduría cura [cure] la impotencia de la imagen, su incapacidad de mostrarse por sí misma. La práctica exhibitiva es, pues, el remedio quecura la imagen original en crisis, que le da presencia, visibilidad, también  la lleva ante la vista del público y la convierte en el objeto de su sentencia. Sin embargo, se puede decir que la curaduría funciona como un suplemento, como el pharmakon en el sentido derrideano: cura a la imagen y al mismo tiempo contribuye a su enfermedad1. El potencial iconoclasta de la curación se aplicó inicialmente a los objetos sacros del pasado, presentando como simples objetos de arte en los espacios de exposición neutrales, vacios del museo moderno o Kunsthalle. Se trata de curadores, de hecho, incluso curadores de museos, quienes originalmente produjeron el arte en el sentido moderno de la palabra. Los primeros museos de arte, fundados a finales del siglo XVIII y a principios del XIX, fueron ampliados durante el siglo XIX debido a las conquistas imperiales y al saqueo de las culturas no europeas -que recogieron todo tipo de objetos funcionales “bellos” que eran usados anteriormente  para ritos religiosos, decoración de interiores o manifestaciones de riqueza personal, y se expusieron como obras de arte, es decir, como objetos autónomos desfuncionalizados, creados con el simple fin de ser vistos. Todo arte se origina como diseño, ya sea diseño religioso o diseño del poder. En la época moderna, así, el diseño precede al arte. Al buscar arte moderno en los museos de hoy, uno debe darse cuenta que lo que se ve como arte son, sobre todo, fragmentos de diseño disfuncionales, ya sea diseño de cultura de masas, desde el orinal de Duchamp hasta  las Cajas Brillo de Warhol, o el diseño utópico que -desde el Jugendstil hasta laBauhaus, de la vanguardia rusa a Donald Judd- trató de dar forma a la “nueva vida” del futuro. El arte es el diseño que se ha vuelto disfuncional porque la sociedad que le sirvió de base sufrió un colapso histórico, como el Imperio Inca o la Rusia soviética.
En el curso de la era moderna, sin embargo, los artistas comenzaron a afirmar la autonomía de su arte -entendida como autonomía de la opinión pública y del gusto del público. Los artistas han pedido el derecho de tomar decisiones soberanas sobre el contenido y la forma de su trabajo más allá de cualquier explicación o justificación vis-à-vis con el público. Y se les dio este derecho, pero sólo hasta cierto punto. La libertad de crear obras de arte de acuerdo a su propia voluntad soberana no garantiza que el trabajo de un artista también sea exhibido en el espacio público. La inclusión de cualquier obra de arte en una exposición pública debe ser -al menos potencialmente- explicada y justificada públicamente.
[...]
(rev)

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